27 de septiembre de 2012

Shadowlands



La realidad Argentina parece hoy pintada con trazos gruesos, a brocha gorda, en blancos y negros; no hay espacio para los matices, los medios tonos, la discrepancia o el acuerdo.
Y eso me pesa, me oscurece.
Se ha instalado una suerte de nube colectiva que recoge en su buche otras pequeñas tormentas personales, oliendo a ozono y advirtiéndome. Busco las habituales salidas de emergencia pero no las encuentro; me falta concentración para leer y motivación para escribir, tengo que ‘salir del agujero interior’, distraerme, aflojar, y casualmente encuentro líneas de fuga en una oscura serie televisiva que, sin embargo, despliega toda una paleta de colores.
Mr. White y Mr. Pinkman protagonizan una historia donde los colores, aun desde el nombre propio, estallan en diferentes espacios a riesgo de que el negro termine devorándolos a todos. Entre el bien y el mal surgen colores primarios y secundarios, tonos y semitonos, para decirnos que nadie es tan bueno o tan malo, ni los niños, salvo la bebita que transcurre por diversos escenarios como una mancha rosada que declama en silencio la inocencia antigua.
La ternura y la crueldad anidan en los espíritus como semillas que brotarán según la oportunidad que las abone.
Breaking Bad pinta universos conocidos y submundos sospechados, fundidos en una suerte de acuarela que se construye en capas, diluye los colores, funde los límites y deja el resultado final librado al azaroso curso que dibuja el agua.
El Señor Blanco y el Hombre Rosa sortean por el momento, el ojo de la Justicia y el ajusticiamiento a mano de los delincuentes, pero el final parece inminente y recién allí, en los finales, es donde irremediablemente mueren los colores.

Los plazos deben cumplirse y aunque ahora una sombra oscurece los colores republicanos, debo esforzarme por recuperar los matices, dejar de leer la realidad en clave de blancos y negros y adueñarme del pincel.
..º..

El mundo es más azul y más terrestre/ de noche, cuando duermo/ enorme, adentro de tus breves manos.
Final. Pablo Neruda

20 de septiembre de 2012

La lluvia ya no me conoce


Un desierto amarillo me abrasa, vomito polvo sobre los vagidos de la noche y las letras que desaparecen envueltas en una estela de vapor, se tatúan con sal sobre los labios que no pueden decir.

Imposible determinar si algo late en este vacío que descabeza brotes de tan yermo, escucho el silencio desangrando los oídos mientras minúsculos puñales de diamante se clavan en la punta de los dedos.

[Y la tentación de morir de sed]

…º…

Yo perdí la lluvia y el viento / y qué he ganado, me pregunto?[…] es mi alma que no está contenta / y busca bajo mis zapatos / cosas gastadas o perdidas.
Pablo Neruda