28 de julio de 2014

Instrucciones para tejer sin agujeros


 
 Soviet postcard, 1951


Una bufanda roja es  la primera cosa que recuerdo haber tejido, y digo ‘cosa’ porque solo  la mirada amorosa de mi abuela Lila, podía ver una bufanda en aquella retorcida concatenación de agujeros. Tendría yo cinco años por entonces y muchos kilómetros de lana han transcurrido, hasta llegar a conformar el actual entramado.
 
La moda ha reivindicado el tejido manual y lo ‘hecho en casa’, podemos comprarlo ahora en paquetísimos comercios, como novedoso y colorido objeto de diseño. Mantas, cubreteteras, gorros, bufandas, almohadones o tiras de corazones, alegran los modernos ambientes o visten a  los más jóvenes con aquel remoto aire hogareño.


Enseñé a tejer a las más chiquitas de la casa porque sé que con un ovillo en mano, no hay aburrimiento posible, y es que al tiempo de hacer, podemos escuchar, pensar o imaginar. Procuramos un espacio creativo que nos recompensa con la alegría pronta del trabajo terminado que, generalmente, damos. 
Cuando tejemos, el tiempo convencional discurre de otra manera: se detiene, se entrelaza, se monta sobre otro, gira y avanza o retrocede con velada vitalidad.


Además, al tejer se abre un paréntesis que regala la posibilidad de empezar una nueva bufanda roja, libre de agujeros, que nos regresa al abrigado regazo de la abuela.


..º..


Y mientras tejía el áspero calcetín marrón rojizo con la cabeza absurdamente rodeada por el marco dorado, el chal verde que había colocado al borde del marco y de la obra maestra auténtica de Miguel Ángel, la señora Ramsay suavizó la brusquedad que la había dominado un momento antes, alzó la cabeza y besó a su niñito en la frente.

El faro. Virginia Woolf