Darkness

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Debería estar acostumbrada, pero siente la oscuridad como el soplo nocturnal de un fantasma erizándole la espalda. Se siente extranjera sin la tibia brújula del dedo que recorría su columna para agotar el último espasmo.
La espalda, sin abrigo ni abrazo, delata la orfandad de la piel y una penumbra más antigua todavía.
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Se encontraban en la negrura de un cuarto sin más ojos para verse que el deseo aguijoneando los sentidos. Día a día, palmo a palmo, celebraban la pasión como oficiantes ciegos que encendían hogueras y alumbraban rincones con la ritualidad salvaje de los primeros adanes. Con la vista negada, boca, lengua y manos traducían la geografía de los cuerpos, olían y oían el vaivén húmedo que los lanzaba como flechas y los devolvía suaves como plumas.
Él abismaba la superficie del pequeño territorio femenino y ella, con el empeño de una amazona mitológica, libraba un combate amoroso sobre el paisaje escarpado hasta vencer los miedos.
En la oscuridad más absoluta la pasión se hizo amor, pero si la pasión condensa en un bramido todas las voces, el amor las teje en distintos colores sin correspondencia unívoca.
Y exige.
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Así se concedieron un finísimo hilo de luz que reveló apenas sus perfiles, ínfimo registro que les permitiría reconocerse fuera de allí, como si pudieran atravesar la membrana y más allá de ese cuarto, les fuera posible el encuentro.
Creían que la luz sería el principio de todo y fue el final, porque instaló el caos en el universo que sólo ellos habitaban.
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Debería saber que otra sombra cayó sobre las sombras pero, despierta en la noche, cuando la oscuridad se vuelve transparente, lo busca.

..º..

No es nada de tu cuerpo/ […]/Es sólo este lugar donde estuviste,/estos mis brazos tercos.
Jaime Sabines