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Fue poeta, escritor y periodista. Puntano de nacimiento, nómade por adopción.
Su pasión lo llevó a ejercer el periodismo en Paraná, Posadas, Mendoza, Corrientes, Tucumán, Buenos Aires, Montevideo y Lima, Perú.
En una de esas provincias engendró un Círculo de Periodistas y alguno de los ocho hijos que tuvo con su mujer.
Aquella que conquistó con poemas publicados en el periódico donde escribía, la misma que perdió sus posesiones por seguirlo.
Una cuestión de principios que también lo llevó a rechazar las llaves de una casa porque no comulgaba con la política del gobernante que lo premiaba.
El salón de una casa de gobierno provincial, lleva su nombre.
Murió pobre y prestando plata.
Eso heredamos.
Eso
y algunas medallas de oro que mi prima vendió cuando tuvo necesidad, para alivio de mi tío que temió se hubiese desprendido de los libros.
Es una herencia anacrónica y nada cómoda. Difícil de sostener a diario pero de la que hoy,
especialmente, puedo alardear;
sacar y mostrar:
mi abuelo, periodista.
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Dedicarse al periodismo por vocación y porque, en realidad, se poseen cualidades para ello, está bien, pero muy bien. Mas es el caso que el gran porcentaje de la gente empleada en los diarios está en ellos por la necesidad de ganarse unos pesos; nada más. Así llegan al periodismo infinidad de individuos que no tienen cabida en otra parte ni sirven para nada.
Para ser periodista. Roberto Arlt