Ella, seis arriba de los treinta. Divorciada e independiente. Negocio y auto propios, linda y charlatana.
El, con cuarenta recién estrenados. Divorciado, profesional, alto, bronceado, pintón (potro, buen mozo, fachero, re-bueno, pa’partirlo o como gustes llamar).
Con ganas de recuperar calendarios perdidos, cada uno por su cuenta, se apuró el tiempo en varios turnos de sexo casual (sos una diosa, sos un campeón, que noche la de anoche, te llevo hasta tu casa, te llamo, llamame, bye, bye, adiós)
El y Ella, fatigada la soledad de la piel en la exigencia del circuito solteril, fueron presentados por un amigo común y se enamoraron como dos adolescentes. Choque de planetas, de almas, de cuerpos. Urgencia de estar juntos, andar y desandar la Ruta 2, cada semana. Estadías cortas, despedidas largas.
Pasado un tiempo, la pasión se encauza y revela secretos. Ella destapa la olla de sus celos y derrama berrinches como sopa caliente. El aguanta, da la espalda a cuanto culo se le cruza y cuenta baldosas. Ella no atiende razones y patea corazones.
Una mañana, El se pone a ordenar la biblioteca. Encuentra un libro de autoayuda –Cómo vivir en pareja- que un ex de Ella le había regalado y dedicado. Tomó su lapicera, garabateó algo y volvió a guardar el libro en su anaquel, con lenta decisión y tenue sonrisa.
Ella, seguramente muy pronto, volverá al libro y leerá la siguiente dedicatoria:
“espero que te sirva para la próxima vez,
Diego”
…y Maxi
Epigrama
Al perderte yo a ti, /tú y yo hemos perdido: /yo, porque tú eras / lo que yo más amaba, /
y tú, porque yo era / el que te amaba más. /Pero de nosotros dos,/ tú pierdes más que yo: /
porque yo podré amar a otras / como te amaba a ti, / pero a ti nadie te amará / como te amaba yo.
Ernesto Cardenal