La realidad Argentina parece hoy pintada con trazos gruesos, a brocha gorda, en blancos y negros; no hay espacio para los matices, los medios tonos, la discrepancia o el acuerdo.
Y eso me pesa, me oscurece.
Y eso me pesa, me oscurece.
Se ha instalado una suerte de nube colectiva que recoge en su buche otras pequeñas tormentas personales, oliendo a ozono y advirtiéndome. Busco las habituales salidas de emergencia pero no las encuentro; me falta concentración para leer y motivación para escribir, tengo que ‘salir del agujero interior’, distraerme, aflojar, y casualmente encuentro líneas de fuga en una oscura serie televisiva que, sin embargo, despliega toda una paleta de colores.
Mr. White y Mr. Pinkman protagonizan una historia donde los colores, aun desde el nombre propio, estallan en diferentes espacios a riesgo de que el negro termine devorándolos a todos. Entre el bien y el mal surgen colores primarios y secundarios, tonos y semitonos, para decirnos que nadie es tan bueno o tan malo, ni los niños, salvo la bebita que transcurre por diversos escenarios como una mancha rosada que declama en silencio la inocencia antigua.
Mr. White y Mr. Pinkman protagonizan una historia donde los colores, aun desde el nombre propio, estallan en diferentes espacios a riesgo de que el negro termine devorándolos a todos. Entre el bien y el mal surgen colores primarios y secundarios, tonos y semitonos, para decirnos que nadie es tan bueno o tan malo, ni los niños, salvo la bebita que transcurre por diversos escenarios como una mancha rosada que declama en silencio la inocencia antigua.
La ternura y la crueldad anidan en los espíritus como semillas que brotarán según la oportunidad que las abone.
Breaking Bad pinta universos conocidos y submundos sospechados, fundidos en una suerte de acuarela que se construye en capas, diluye los colores, funde los límites y deja el resultado final librado al azaroso curso que dibuja el agua.
El Señor Blanco y el Hombre Rosa sortean por el momento, el ojo de la Justicia y el ajusticiamiento a mano de los delincuentes, pero el final parece inminente y recién allí, en los finales, es donde irremediablemente mueren los colores.
Los plazos deben cumplirse y aunque ahora una sombra oscurece los colores republicanos, debo esforzarme por recuperar los matices, dejar de leer la realidad en clave de blancos y negros y adueñarme del pincel.
..º..
El mundo es más azul y más terrestre/ de noche, cuando duermo/ enorme, adentro de tus breves manos.
Final. Pablo Neruda