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Miro poca televisión, cada vez menos, porque si la tele es para entretener, a mí, me aburre soberanamente. Especialmente los canales de aire.
Igualmente no creo perderme demasiado porque, sabemos, la televisión se ha vuelto autorreferencial y de alguna manera termina exhibiéndose a sí misma en cualquier programa.
Así y todo, diariamente le rindo un pequeño tributo en el altar sacrificial de alguna serie de Sony, de alguna película pescada en las redes del zapping o en alguno de los noticieros que estiran la noticia editándola en capítulos, como el mejor culebrón venezolano.
Pero el caso es que cada vez veo menos tele.
La pantalla va achicándose ante mis ojos. Y no es una cuestión de pulgadas, ni de dioptrías, ni una metáfora de mi distancia.
¡La pantalla se achica de verdad!
A la derecha de su televisor, señora, gira el logo del canal; a la izquierda, la temperatura; una gruesa barra lateral indica los números ganadores de la lotería de provincia, el ancho videograph sobre el zócalo de la pantalla explica en letras grandes –a veces con falta de ortografía- de qué trata la inexplicable y eterna nota que se emite y debajo de ése, otro videograph móvil, nos apura a leer de corrido y a las corridas los resultados de los partidos, el aumento a los maestros, la detención de Pedraza, y la paternidad de… (¿de quién, de quién??, shit, me distraje con el pronóstico del tiempo para toda la semana).
En el reducido centro de la pantalla dividida, comparten dúplex el notero y los conductores del piso. Apenas alcanzo a asimilar tanta cosa.
Mucho para ver y poco para mirar.
Cada vez veo menos tele, pero la culpa no es mía sino suya.
Y es que la tele se achica cada vez más, en todo sentido.
..º..
El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes.
Visiones alternativas. Noam Chomsky