
La Ida y La Vuelta del Martín Fierro fueron publicadas con siete años de diferencia y en distintos contextos sociopolíticos.
La segunda parte pierde su tono de denuncia y es, a mi modo de ver, una versión light del Fierro. Será por eso que siempre me ha gustado más la reescritura que hace Borges en su cuento El Fin, donde el gaucho arregla sus diferencias con el Moreno a punta de facón, como corresponde a un gaucho matrero, curtido y viril.
Hernández en cambio, resuelve con la guitarra el conflicto de tantos años.
¿es la guitarra del Lolo?
Aquí mi versión.
Podré ahora al fin contar
los secretos de la Vuelta,
pues la lengua se me suelta
después de tanto callar.
...Muchos años han pasao,
y por ái de algo me olvido,
es por eso que les pido,
me lo sepan perdonar.
Entonao de aguardiente,
Pa’que el valor no se raje,
hago gala de coraje,
empedao hasta los dientes,
Y les cuento por qué jué
tan mansito mi regreso.
Del indio no sale ileso
naides.Les contaré:
Años de frío y hambruna,
servidumbre despiadada,
trabajos de sol a luna,
esclavos para la indiada.
Y fue así que tantos años
de amarguras en el pecho,
y compartir mesmo techo,
que vide no era tan feo,
según le diera la luz,
mi buen amigo Tadeo,
Tadeo Isidoro Cruz.
Sin palenque ande rascarse,
ni china güena a la vista,
no hay gaucho que se resista
a un buen amigo acercarse,
y de ahí a enamorarse...
un tranco e’pollo distancia,
olvidé vacas y estancias,
hijos, guitarras, amigos,
Ansí como tal les digo,
no se sorpriendan caracho,
Categoría de macho...
...menos he ganao,
y a otra teta me he arrimao,
como ternerito guacho.
Cambié entonces batarazas,
por bombachas de nylón,
el mate por plato y tazas,
el poncho por camisón,
el cuchillo por facón,
bota e’potro por chancleta,
El pingo por bicicleta,
el río por el bidé,
el cuero por camiseta,
la barba por la yilé,
pues no sé si sabe usté,
que la prienda enamorada,
anda siempre depilada
y con perfume en la piel.
Por esto que el tiempo vuela,
no ricuerdo fecha exacta,
en que vino la viruela,
a rubricarnos el acta
de defunciones, canejo,
me despedí de mi viejo,
querido Cruz virulento,
con el ánimo violento,
de viudo recién llegao,
a un indio mal entrazao,
por maula quité la vida,
arrebaté la cautiva,
monté el potro de aquel muerto,
y encaré para el desierto
a comenzar otra vida.
A la mujer impoluta,
por no traicionar amores,
dejé en mano de señores,
emprendí por otra ruta...
me vide con el Moreno,
mis gurises, Picardía,
más ya nada era güeno,
poco me satisfacía
recordando otros momentos.
De tal modo a cuatro vientos,
cuatro rumbos, cuatro hombres,
decidí cambiar de nombre
pa’comenzar otra historia,
pensé llamarme Victoria,
Dalma Nerea o Yanina,
pero creo que es justicia,
dado el rango de epopeya,
y ahora que yo soy ella,
rebautizarme Argentina,
nombre de auténtica china
simpática y querendona,
que parodiando la Ida
y a modo de despedida,
entierra hoy la bordona.
-
*
—Una cosa quiero pedirle antes que nos trabemos, Que en este encuentro ponga todo su coraje y toda su maña, como en aquel otro de hace siete años, cuando mató a mi hermano.
Acaso por primera vez en su diálogo, Martín Fierro oyó el odio. Su sangre lo sintió como un acicate. Se entreveraron y el acero filoso rayó y marcó la cara del negro.
El fin. Jorge Luis Borges.