.
¿Qué otra cosa puedo hacer mientras espero, más que mirar a las otras personas que esperan y me miran?
Vamos a ese banco por primera vez y nos sorprende la cantidad de ancianos, italianos en su mayoría, que hablan de dólares y euros. No sé si se conocen de otras esperas anteriores o es una especie de obligado Social Club; la cuestión es que parecen felices y disfrutan entretenidos ese tiempo muerto que les ofrece compañía adicional y generacional.
Presto atención a dos mujeres que entran juntas. La más joven, grandota y tosca, desborda los pantalones, la polera y la campera. Toda ella es mucho. Mucho rulo, mucho maquillaje, mucho anillo, mucho rollo, mucho culo.
Mucha noche, me parece.
La otra mujer es mayor. Bastante mayor.
Pequeña, o empequeñecida, lleva los años agolpados en su espalda, la inclinan con una especie de joroba al caminar y la llevan a buscar el alivio de un asiento vacío. Viste un tapadito claro, de línea juvenil, por encima de la rodilla y unas botas de caña alta, de largos flecos, que trepan por la mitad de la pierna del jean. Su cara es apergaminada y los surcos se hacen más evidentes por la espesa capa de maquillaje.
Tiene la boca pintada de rojo y los ojos empavonados delinean en negro su mirada gastada; las cejas dibujan dos flacos paréntesis marrones sobre la frente y el pelo ralo de furioso colorado, delata el cráneo pálido.
Recordé a la Bubulina, aquella memorable prostituta de Zorba el griego y la no menos memorable escena de las lloronas vestidas de negro que, al momento de su muerte, atacan y saquean sus pertenencias como cuervos impiadosos, hasta dejar la estancia vacía y el cuerpo solo.
Siempre me impresionó esa escena.
Todavía faltan como veinte números y, pese a la queja de R. porque lo dejo, salgo a mirar vidrieras, compro un par de sweaters, unas banditas elásticas para el pelo, unos aritos de perlas, miro libros y regreso al Banco justo a tiempo.
La Bubulina se ha ido o ya la han despojado, quién sabe.
Y nosotros, que hemos dejado nuestro pedazo a los cuervos,
también nos vamos.
··º··
Cuando regresé a casa no me quedaba un solo peso. Pero encontré como un momento de respiro. Pude tomar un café sin vomitar todo y descansar un poco en el sillón.
Chanchadas (Truismes). Marie Darrieussecq.
Vamos a ese banco por primera vez y nos sorprende la cantidad de ancianos, italianos en su mayoría, que hablan de dólares y euros. No sé si se conocen de otras esperas anteriores o es una especie de obligado Social Club; la cuestión es que parecen felices y disfrutan entretenidos ese tiempo muerto que les ofrece compañía adicional y generacional.
Presto atención a dos mujeres que entran juntas. La más joven, grandota y tosca, desborda los pantalones, la polera y la campera. Toda ella es mucho. Mucho rulo, mucho maquillaje, mucho anillo, mucho rollo, mucho culo.
Mucha noche, me parece.
La otra mujer es mayor. Bastante mayor.
Pequeña, o empequeñecida, lleva los años agolpados en su espalda, la inclinan con una especie de joroba al caminar y la llevan a buscar el alivio de un asiento vacío. Viste un tapadito claro, de línea juvenil, por encima de la rodilla y unas botas de caña alta, de largos flecos, que trepan por la mitad de la pierna del jean. Su cara es apergaminada y los surcos se hacen más evidentes por la espesa capa de maquillaje.
Tiene la boca pintada de rojo y los ojos empavonados delinean en negro su mirada gastada; las cejas dibujan dos flacos paréntesis marrones sobre la frente y el pelo ralo de furioso colorado, delata el cráneo pálido.
Recordé a la Bubulina, aquella memorable prostituta de Zorba el griego y la no menos memorable escena de las lloronas vestidas de negro que, al momento de su muerte, atacan y saquean sus pertenencias como cuervos impiadosos, hasta dejar la estancia vacía y el cuerpo solo.
Siempre me impresionó esa escena.
Todavía faltan como veinte números y, pese a la queja de R. porque lo dejo, salgo a mirar vidrieras, compro un par de sweaters, unas banditas elásticas para el pelo, unos aritos de perlas, miro libros y regreso al Banco justo a tiempo.
La Bubulina se ha ido o ya la han despojado, quién sabe.
Y nosotros, que hemos dejado nuestro pedazo a los cuervos,
también nos vamos.
··º··
Cuando regresé a casa no me quedaba un solo peso. Pero encontré como un momento de respiro. Pude tomar un café sin vomitar todo y descansar un poco en el sillón.
Chanchadas (Truismes). Marie Darrieussecq.
11 comentarios:
Money, get away!
Excelente, Kay.
Las colas son un gran lugar de encuentro para los ancianos solitarios, allí se encuentran con muchos en la misma situación... de hecho, más de uno va a hacer colas sin necesidad real alguna.
En cuanto al resto, muy rico texto.
saludos, Condesa
en esas colas de espera he visto de toda tipo de señoras ancianas y mas allá de mirar su atuendo y su estado fisico, me he fijado en su rostro muchas veces detenidamente tratando de averiguar si en esas grandes y variadas lineas llamadas arrugas, hasn sido Feliz.
besos Condesa.
Lindo Post.
Los mostradores oficiales, municipales, bancarios, de servicios, nos unifican cuando nos encuentran del otro lado. Bubulinas y princesas rusas, amas de casa y rufianes, somos todos uno: los que en ese eventual y precario espacio de poder, perdemos.
Qué belleza detexto, Condesa.
a mí las viejas con delineador líquido, aros turquesa y tanta garra en su look me inspiran siempre un respeto total. No ternura: respeto.
Respeto a embellecerse a su gusto, a adornarse, a sentirse sexuadas a pesar del tiempo y de las modas. Cuando me topo con una de ellas en el subte, en la fila de un banco o en la calle pienso: qué reina. No claudica, no se deja vencer, se toma el tiempo para su peinado y su bijou y sale a la calle airosa, como a comerse el mundo, con su carterita de cadena, imitación Chanel. Así era Marosa, poeta de poetas, chiflada para los bobos, dueña y señora de su imagen y su espíritu.
Quién pudiera!
Enter: money, so they say
is the root of all evil today.
Gracias, beso.
Delfín: exactamente eso pensaba cuando los observaba conversar tan animadamente. Saludos.
Cecy: las arrugas son una especie de mapa que nos dan una idea superficial del camino recorrido
no? Beso.
Caballero: esos precarios espacios de poder son escuelitas infames que preparan para lo que hemos visto ayer, por ejemplo. No me haga hablar...!
EmeY: quién pudiera, es cierto! por de pronto, sigo maquillándome por dentro como cuando tenía 15.
A que no me hacés un post con Don't Worry About the Goverment de Talking Heads al costado.
Vengo de mi farmacia preferida de Primera Junta.
Llegué, y abundaban las Bubulinas de la Condesa.
Tenía el número 57. estaban en el 42.
Para que lleguen al 45, pasaron como 10 minutos. Langa como soy, me hice una corrida hasta el súper chino. Volví, y estaban en el 48.
Miré condescendiente a las Bubulinas sentaditas, pacientes, sin apuro.
Al toque levanté la apuesta y decidí cruzar Rivadavia a buscar una revista. Juro que un segundo!.
Cuando volví, estaban en el 60!!!!!!!!. Habían atendido tipo relámpago!. LPM!!!!.
Mientras sacaba el nuevo número (77), una de las chicas, al irse, me miró, me parece que con una rara combianción de lástima sobradora....
Me quedé reflexionando del 62 al 77 sobre en que momento de la vida se acepta que, cuando vamos de compras (o en cualquier circunstancia en que requerimos atención), debemos prestar mansamente una especie de servicio de esclavitud.
seguro sé que no se aprende a los 20, ni a los 30 o 40. A los 50 les comento...
Genial Condesa. Sólo usted puede crear un texto así a partir de una de esas colas imbancables.
Y la música de P. Floyd joyita!, tanto tiempo que no la escuchaba (obvio que mi vuelo no hubiera dado para más que Money, Money de Cabaret, jajá!).
Pero claro, a mí me sucedería lo que a Mickey, y ya curada de espanto acepto mi esclavitud. Claro, no somos "condeses" ni Mickey ni yo, y no tenemos a un/una "R" que banque la cola mientras vamos de shopping, lo que es la sangre azul, jajá! Un beso y buenísimo post.
Ah, me encantó!!!!!
Por eso para mí la vida es tan divertida, porque se puede mirar, se puede inventarle la vida a los demás, se puede hacer de un trámite aburrido, una experiencia honda.
Un post diez puntos.
Jota: hice el post pero creí equivocadamente que lo pedías por el título, no por la letra; no puse la música en la barra lateral para que quede en el post y tenga sentido porque cambio la barra con cada posteo.
Mickey: se aprende cuando no nos dan las tabas para salir y volver corriendo y no queda más remedio que esperar sentado (para la pxma. dígale a una de las Bubulinas que le guarden el turno, son solidarias, especialmente si las piropea un poco).
Lirio: bueno che, le hice el aguante durante 20 números más o menos, qué más quiere!
Estre: me pregunto si alguno de los que me miraban estará escribiendo sobre mí...
"el ojo que ves no es/ ojo porque tú lo veas/ es ojo porque te ve"
A. Machado.
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