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Ayer esperé despierta el final de la sesión legislativa y luego quedé cruzando puntos de vista con un amigo, oficialista, hasta las 5:30 de la mañana para aflojar un poco las tensiones acumuladas.
Hoy no encendí la tele porque quiero descansar de tanta confrontación violenta y conductas inexplicables. Pensé que lo mejor era el silencio y la reflexión, pero una ola virulenta y descalificadora de quienes apoyan la propuesta del gobierno me pone en situación de decir algunas cosas.
No voté a CK. y, sin embargo, aposté todas las fichas por su buen gobierno. Creí que aprovecharía la oportunidad histórica como primera presidenta electa, pero abominé cuando enarboló la bandera del género. Escuché con verdadera alarma su primer discurso cuando resucitó viejas antinomias al grito de “piquetes de la abundancia”. Comenté por ahí mi preocupación por el tono y las formas. No hice leña de sus carteras Vuitton, de las propinas generosas, ni de sus joyas Bulgari en la gira Europea. No puse la lupa sobre los hilos de oro, ni el botox, ni en las extensiones.
Ni- si-quie-ra- en- las- re-ten-cio-nes.
Sólo en su discurso, en sus modos, en sus formas y en las de su marido, el Presidente Consorte.
Hablan de la gente y yo soy la gente. Mis amigos que piensan distinto también son la gente y podría asegurar que ninguno quiere un país a la deriva o al borde del caos. Nadie desea un gobierno débil, ni un golpe de Estado.
Válgame Dios, creo que a ese infierno nadie quiere regresar.
Oponerse a una medida, no, mejor dicho, oponerse a una actitud del gobierno, no es oponerse al gobierno y me parece que llevar la discusión a términos de derechas o izquierdas, de blancos o negros, gorilas o peronchos, oligarcas o laburantes, es reducir a cero, embarrar la cancha y tirar la pelota afuera.
Ahora resulta que la culpa la tiene Cobos, por radical traidor y cagón.
Personalmente creo, contrariamente a otras expresiones oídas por ahí, que se necesita mucho coraje, ética, dignidad y, por qué no, huevos, para hacer lo que hizo; ahora es un paria dentro de los dos partidos opositores (curiosa manera de hacerlos coincidir en algo).
Estaba convencida de que votaría alineado al gobierno dado su investidura vicepresidencial y confieso que me sorprendió.
Algunas voces agoreras hablan de un futuro negro y trágico, profetizan un final apocalíptico. No creo, no quiero, que sea así.
Quiero vivir y trabajar en paz, sin presiones ni chicanas políticas. No conozco de internas políticas, no pertenezco a ningún medio, no tengo campos, ni puestos de favor; no tengo idea de qué cosa son los commodities, ni los pools de siembra, ni las retenciones. No sabía de un señor Llambías, tampoco de un Rached.
Sólo sé que esta situación me mantuvo angustiada por meses y que la sesión de anoche me trajo tranquilidad y renovó mi flaca confianza en las Instituciones. Igual hubiese sido con el resultado adverso, 36 a 36 es toda una declaración que hay que escuchar y estudiar.
Ahora, si les parece, discutan las retenciones o elaboren un plan para el Agro que de eso no sé nada.
Tal vez sea una estúpida romántica o una delirante esperanzada pero creo que ayer no perdió nadie y ganamos todos.
(disculpen el tono y la sintaxis. Así salió y a esto no encuentro música que lo acompañe, quizás Imagine)
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