
La vida sería insoportable si la fantasía no abriera las puertas para que nuestra infancia saliera a jugar, de vez en cuando, como salió ayer la mía por un ratito.
Viejas reinas, princesas bellísimas, príncipes azules, hermanastras horribles, madrastras amargadas, soldaditos de plomo, pajes, bufones, juglares, carrozas y corceles… todo ese cuento, ayer, mientras desayunaba.
Pero la taza vacía de café, marcó mi regreso a lo real que semánticamente se confunde con lo majestuoso y colorín colorado.
(Y díganme si las hijas de Sarah Fergusson no parecían las hermanas malas de Cenicienta)
..º..
Probablemente porque su secreto no lo permitía, el portal no ostentaba ningún letrero. Todo era silencio. Tras serle franqueado el portal cerrado con llave, el viejo Eguchi sólo había visto a la mujer con quien ahora estaba hablando. Era su primera visita. Ignoraba si se trataba de la propietaria o de una criada. Era mejor no hacer preguntas.
El Palacio de las Bellas Durmientes, Yasunari Kawabata