28 de febrero de 2014

Prueba Superada


Yo sabía.
No me pregunten por qué, pero yo sabía y aunque no podía arrogarme la presunción de eliminar  la preocupación familiar con una certeza,  supongo que la tranquilidad instalada desde mi mismo centro, sirvió en parte para restarle dramatismo a la cosa.
Comencé el año materializando mi seudónimo de manera sorpresiva. Si bien no suelo prestarle demasiada atención a los llamados del cuerpo, esta vez se expresaba en rojos caracteres que no pude desatender.
Como los antecedentes familiares ya habían cubierto cinco casilleros en el cartón del bingo fatal,  para no asustar a la tropa, que se enteró de casualidad, pedí turno y fui sola al médico  que me expuso todas las posibles causas, consecuencias y tratamientos, aun los más radicales.
Una pequeña intervención eliminaría aquello que las imágenes mostraban y darían un diagnóstico certero, dos semanas después.
Evalué todas las posibilidades con absoluta calma no sé si por negación, resignación o íntima certeza de que nada debía temer. Lo cierto es que me recuperé de inmediato y, cumplido el tiempo establecido, ayer fui a buscar el resultado que despejó las nubes negras y confirmó felizmente mi buena salud.
La gente que me quiere dio cuenta de su preocupación y expresó alivio según su modo con lágrimas, flores, llamados, cartas y retos. Pero yo sabía, porque a pesar de que habitualmente lo desoigo, mi cuerpo es generoso y estuvo todo el tiempo repitiendo con persistencia, que no había ninguna fiera agazapada en su interior.
..º..
Cada persona al nacer posee una ciudadanía dual, en el reino de los sanos y en el reino de los enfermos. Aunque todos preferiríamos sólo utilizar el pasaporte bueno, tarde o temprano cada uno se ve obligado, al menos por un tiempo, a identificarse como ciudadano de aquel otro lugar.
La Enfermedad y sus Metáforas, Susan Sontag

22 de febrero de 2014

Believe Or Not Believe



A diferencia de los días previos, que  disfruta con el armado  del árbol y la lista de regalos que algún elfo le hará llegar a Papá Noel, Emilia sufre horrores la noche de Navidad.
Atenta al sonido de una posible campanilla o el ruidoso Jo, Jo, Jo, sienta su angustia congelada  a la mesa familiar sin  probar bocado. Expectante, con el temblor de un cachorro friolento, teme y espera.
Con el fin de proporcionarle alivio, el año pasado, su mamá le contó al oído la verdad que derriba la primera inocencia: Papá Noel no existe.
Aferrada a sus temores no le creyó y este año volvió a repetir sus miedos. Tal vez porque necesitamos una ilusión para vivir, aunque la espera nos paralice.
..º..

−¿Es aquí el Paraíso?
−No señorita, aquí no. Vaya y pregunte en la otra esquina.
El Paraíso en la otra esquina. Mario Vargas Llosa