28 de abril de 2007

Libre estacionamiento


Detenida por el semáforo de la Avda. Luro, divisé un huequito para estacionar justo en la puerta del lugar adonde tenía que ir. De inmediato clavé balizas. Cuando el verde dio paso, avancé lentamente hacia el glorioso hueco y quedé paralela al otro auto dispuesta a estacionar de culata. En ese momento, una insoportable andanada de bocinazos histéricos interrumpió mi estado de gracia (y de… gracias a Dios que encontré este lugar en pleno centro en pleno verano). El espejo retrovisor me devolvió la imagen de un señor enojadísimo, al borde del infarto. Le hice señas de que estaba por estacionar y que las balizas debieran haberlo enterado de tal cuestión.
El hombre seguía gritando y yo quedé esperando que retrocediera para poder estacionar. La situación se prolongó por varios minutos hasta que finalmente el energúmeno se fue no sin antes putearme a destajo y mandarme a lavar los platos, seguramente. Por las dudas, lo saludé con el dedo mayor de mi mano izquierda apuntando al cielo. Estacioné impecablemente, entré al negocio y estaba esperando que me atendieran cuando entró el mismísimo fulano que cruzó conmigo una mirada sorprendida. Ajá ¡mirá vos! Así que no era un problema de género, ni de impericia en el manejo, ni de infracción de tránsito. Era sólo una cuestión de lugar.
Algunas personas no soportan que ocupen espacios que consideran propios. Se obnubilan cuando alguien toma el volante y maneja la situación. Entonces adoptan el discurso de la fuerza, de la descalificación, del insulto. Tratan de intimidar y atropellar. Embarran la cancha y crean confusión en procura de unos fuegos artificiales que iluminen su pobre ego minimizado.
Estos provocadores de cotillón no me asustan y estaciono donde quiero, si encuentro lugar y no hay cartel de prohibición.
El que quiera oir, que oiga.

Si te quiero es porque sos/ mi amor, mi cómplice y todo/ y en la calle codo a codo/ somos mucho mas que dos.
Te quiero. Mario Benedetti

6 comentarios:

Lex, el Eterno Culpable dijo...

Creamos un monstruo!
Y pensar que alegaba no tener tiempo ni qué decir ja

Anónimo dijo...

menos mal que no lo amenazaste con el traba-volante!!!!o peor,,,con la palanca de cambio!!!!

FACUNDO, el que no se hequiboca. dijo...

Y bueno, el que llega primero disfruta y los otros tendrán que putear y maldecir por la situación.
A todos nos ha pasados ser los primeros y ser los otros.
Un beso.

Anónimo dijo...

Me detengo en eso que dice de que "estaciono donde puedo siempre que no haya cartel de prohibicion", sra.cercana a los setenta, casa en una ciudad de provincia chica, con garage y su correspondiente cartelito. Esta dulce sra. pretende ,a veces en vano, sacar su auto y así hacer sus cosas que ,a esa edad no son muchas, hacer compras, visitar a alguna amiga o cobrar su jubilacion... pero lo logra cuando puede,... ya que donde está el cartelito siempre hay algun auto estacionado ahi. Y allí empieza el peregrinar porque ella cree reconocer al propietario del autito entonces va al bar y pregunta está el Sr. K no, sigue caminando y pasa por el diariero y le cuenta y éste le dice por ej, no creo que está en el Bco. Pcia, ya asi hasta llegar al consultorio de un fisioterapeuta que... ah si está aquí y recién empieza su sesion .. Ella lo espera, lo reta a medias como vieja directora de escuela y finalmente saca su auto. Yo creo que el cartel mas que impedirle que salga airosa con su auto le ayuda a comunicar su soledad.

La condesa sangrienta dijo...

Lex: ya sabe lo que pasa cuando se abre la caja de Pandora...
mbr: esas son otras dos historias jaja
facundo: el tema, justamente, es no creerse que los "otros" son siempre los demás.
Filo: qué linda historia! en este caso, la sra.estableció un pacto implícito con el fisioterapeuta: mi lugar es tu lugar y sacudo mi soledad mientras te encuentro en tu lugar.
Bajé a Ricky Martin porque comparto con Ud. ese placer culpable, aunque le zumben los oídos a roedor (sorry)

Anónimo dijo...

jaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!! ahora me siento menos culpable, o mas acompañada, y ya que estamos se lo voy a dedicar a mi mamá, a ... bueno ... me inspiré y ya se lo dediqué... Así suenan los adioses countess... con esos aires flamencos, o de lamentos moriscos que llevo en la piel, o en el adn.