5 de septiembre de 2007

Mi nariz en la pecera


En el umbral del mediodía me asomo a los pececitos tropicales de aguas calientes y paleta generosa. Hay multitud de anaranjados, pero sospecho dos especies diferentes porque algunos son chiquititos, de naranja intenso, y otros más grandes y pálidos. El cardumen de cola verdiblanca deja una estela amarilla que se traga a sí misma y se pierde en el remolino de burbujas. Allá, emerge un coral agitado. Acá las aguas se abren a pequeñas perlas que salpican nácar, indiferentes a la danza de tantos caracolitos blancos.
Plantas acuáticas de color durazno y sepia, desarman sus pétalos sobre la superficie móvil ofrendándose a Tritón.
Me asomo y huelo la poesía de una sopa de verduras.

Que remedio queda.

…No, en serio te lo digo, vos tenés que dejar de comer esta puta comida de acá y vas a ver que te componés. Por lo menos hacé la prueba dos días.
El beso de la Mujer Araña. Manuel Puig



8 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente!!! sos genial condesa!

La condesa sangrienta dijo...

Salió rica la sopa pero no es pa'tanto Pachu! jajaj

Koba dijo...

¡Me encantó este texto!
(no sabés lo pesado que está Buenos Aires, imposible tomar sopa)

Koba dijo...

¡Me encantó este texto!
(no sabés lo pesado que está Buenos Aires, imposible tomar sopa)

Koba dijo...

Ja, me hizo eco.

La condesa sangrienta dijo...

Acà también está haciendo calor asi que mis dotes culinarias son, además, anacrónicas.
En cuanto al eco, debo decir que me preocupan esas resonacias... ¿usté está diciendo sopa, opa, opa, opa...?

Estrella dijo...

Delicia de texto, como si lo estuviera viendo.

La condesa sangrienta dijo...

¡Buen viaje Estrella! (¿era este sábado no?)