Firma en blanco. René Magritte
“Si me preguntan para quién escribo – dijo Alejandra en la antología Quince poetas[1]- me preguntan por el destinatario de mis poemas. La pregunta garantiza, tácitamente, la existencia del personaje.
De modo que somos tres: yo; el poema; el destinatario. Este triángulo en acusativo precisa un pequeño examen.Cuando termino un poema, no lo he terminado. En verdad lo abandono, y el poema ya no es mío o, más exactamente, el poema existe apenas.
A partir de ese momento, el triángulo ideal depende del destinatario o lector. Únicamente el lector puede terminar el poema inacabado, rescatar sus múltiples sentidos, agregarle otros nuevos. Terminar equivale, aquí, a dar vida nuevamente, a re-crear.”
En estas palabras está el sentido de la lectura.
--Sucede a veces, que aquellos lectores que no frecuentan usualmente la poesía, tratan de hacer una traslación literal del texto a la realidad o buscan una explicación racional al lenguaje poético.
Cuando resulta imposible homologar estos dos lenguajes, abandonan la lectura con frustración e impaciencia.
Y es una pena.
Porque pierden la posibilidad de hurgar, de descubrir y de jugar la historia propia con palabras ajenas que se vuelven propias al mismo tiempo.
El lenguaje poético no es un lenguaje lineal, “porque una palabra dice lo que dice y además más y otra cosa” [2].
Es ahí cuando la palabra comienza a desnudarse, lentamente, como en un perfecto ritual amoroso. Se la contempla en silencio para acariciarla con los ojos hasta hacerla fuego entre los labios. Porque la poesía es palabra sonora, audible, cadenciosa y rítmica; se habla, se escucha, se canta y, después sí, se desgrana poco a poco, paladeando cada palabra, demorándola y royéndola hasta llegar al hueso, llevándola a otro plano de significación y a otra lógica que no es la gramatical, ni la que sostiene el orden de lo simbólico.
Pizarnik sostiene que únicamente el lector puede terminar el poema inacabado, y nos invita a una extraordinaria experiencia creativa capaz de sacar a la luz significados escondidos.
No sé ustedes, pero yo nunca rechazo una invitación a jugar y la poesía me remonta a aquel juego de nuestra niñez en que al calor de la vela, revelabámos la clave secreta escrita con jugo de limón.
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*“Los objetos visibles pueden ser invisibles. Cuando alguien va a caballo por un bosque, lo vemos un momento y luego lo dejamos de ver, y sin embargo sabemos que está ahí. En Firma en blanco la jinete oculta los árboles, y los árboles la ocultan a ella. Pero nuestro intelecto comprende ambas cosas, lo visible y lo invisible. Mi propósito al pintar es hacer visible el pensamiento”
René Magritte
[1] En la antología Quince poetas, selección y prólogo de César Magrini, Ediciones Centurión, Buenos Aires, 1968.
[2]"La Palabra que sana" en El Infierno musical. Alejandra Pizarnik.