
Me causa mucha gracia quienes, desde el anonimato, opinan sobre el blog o me aconsejan imitar algunas páginas de ‘éxito’.
Como no sé quién remite ni a qué páginas se refiere, no puedo imaginar cuál será su concepto de éxito y diversión, aunque sospecho.
Dije alguna vez que escribo para mí y, aunque ahora tengo mayor conciencia de que hay un lector del otro lado, sigo en la misma línea.
Una línea errática por cierto pero que es, básicamente, una línea de fuga.
Escribo como si pensara, cantara, riera o llorara en voz alta.
Este blog no tiene un hilo vinculante, es invertebrado y rizomático, no tiene un perfil definido pero tiene un tono.
El mío.
Y sobre eso tengo absoluta potestad.
No soy escritora, ni periodista, ni cocinera. No soy cantante, ni fotógrafa, ni busco votos.
Soy todo eso que no soy.
Y aprendo de los que sí son.
Mientras tanto me divierto, hago catarsis, dibujo, ejercito la escritura, desempolvo recuerdos, obligo a mi memoria, releo y me vinculo con quienes generosamente se asoman a diario por aquí.
Y como no quiero perder el espíritu de juego, he habilitado la moderación de comentarios para jugar el mismo juego que proponen los anónimos: el desconcierto.
Me sorprende descubrir que puedo divertirme ejerciendo la censura y publicando cosas que no se entenderán, pero parte de la diversión consiste en provocar una intermitencia que obligará, espero, a la palabra ingeniosa aunque crítica.
Si tiene algo que decir, dígalo nomás, pero antes pase por el scanner y nos divertimos todos.
Gracias.
..º..
Si no creyéramos que esto fuese conveniente para la inmensa minoría, no lo daríamos nunca.
Juan Ramón Jiménez