
Debe haber sido mi madre quien me enseñó la manera de entretenerme sola cuando aquella vez que dije ‘me aburro’ contestó lapidaria y como al pasar… ‘no sea-burra’.
En ese momento la odié, no sé si por burlarse tan tontamente o por tomar con total indiferencia mi aburrimiento, lo cierto es que de ahí en más me cuidé muy bien de no ser tan burra como para expresarlo y los recuerdos de mi infancia regresan como flashes felices de juegos compartidos con amigas en la vereda, o con un amigo surgido de la imaginación quien, además, compartía nuestra mesa y obligaba a mi madre a ponerle un plato y a conversar con él al resto de la familia.
Ayer, paseando por los quichicientos canales que por ahora me provee Fibertel, quedé enganchada con una publicidad de mayonesa proyectada en una de esas señales infantiles que promueven el descubrimiento en las pequeñas cabezas.
Estoy en desacuerdo con la inclusión de avisos comerciales en los canales exclusivos para niños porque exacerban el deseo y crean la discutible necesidad de un montón de porquerías plásticas, carísimas, cuya mayor virtud es un packaging vistoso que engaña la ilusión.
Pero la publicidad que refiero, nos cuenta la historia de un niño que comía poco, de puro aburrido, hasta que llegó la diversión gracias a una rica mayonesa.
Sus padres, pobres, habían intentado mil estrategias desde su primer diente, como bailar disfrazados, para divertirlo e inducirlo a comer, sin pensar que tenían la solución al alcance de la mano ahí, en la góndola del supermercado.
¿Desde cuándo la comida se ha convertido en una diversión?
¿Desde cuándo la diversión se ha convertido en el valor absoluto de la época, en un precepto tiránico?
¿Por qué todo debe ser divertido? ¿No basta con que sea disfrutable?
¿Se desestima el esfuerzo? ¿Se anula lo triste?
¿Nuestros chicos tendrán la diversión como objetivo último?
Yo qué sé, tal vez tenía razón mi vieja cuando me decía que no sea-burra. Quién te dice si mi tedio infantil no podría haberse solucionado con un frasco de mayonesa.
..º..
Hoy, después de tantos mares vistos al derecho y al revés, sigo pensando que aquélla fue una más de sus grandes respuestas.
Vivir para contarlo. Gabriel García Márquez